SE PUEDE PERDER LA VIDA PERSIGUIENDO UN FANTASMA



SE PUEDE PERDER LA VIDA PERSIGUIENDO UN FANTASMA





¿Que es un fantasma?


En la película, El espinazo del diablo, decían que era una repetición, un recuerdo.


Creo que tienen razón.


Los recuerdos poseen aquella cualidad de lo etéreo, de lo que sabemos que no es real, sino un producto fluido de la mente. Ahí es donde se agarra nuestro intelecto. El asidero de lo efímero, de lo que golpea sin tener siquiera existencia. Se reconoce a sí misma y deja pasar el desastre, pues un recuerdo no solucionado, no puede avanzar en ninguna dirección que sea positiva. Se va al abismo del dolor.


¿Por qué nos gustan los fantasmas?


Para responder esto, deberíamos echar mano de aquellas ideas que sobrevuelan nuestra cabeza, como aves que buscan alimento, que consumen nuestras neuronas y se saben víctimas instantáneas, en cuanto toquen el suelo. Nos recuerdan el sentido de lo eléctrico. Lo eléctrico, lo cuántico, acaban con lo accesorio, con lo que nos sobra. Son el verdadero Dios que estamos buscando.


Pero, de nuevo, ¿ cuál es la familiaridad que tienen estos pájaros errantes? Me inclino a pensar que es el miedo. En el fondo, nuestra mente pensante, nuestro ego, lanza el anzuelo de la discusión y con él, un cebo hecho de comprensión; nos promete que esta vez sí lo vamos a comprender y así, el fantasma sentado a la mesa, en la que convivimos mi yo y mi miedo, se va a ir. Pero nunca lo hace.


Ese monstruo de brea, resbaladizo y asfixiante, que es mi ego, me dice que es mejor volver, hacerlo de forma recurrente, a lidiar con el fantasma porque si lo ignoras, solo puede hacerse más grande y si lo haces, eres una mala persona y un irresponsable, porque ya no estás cuidando de ti mismo. Y al fin, la persona, en este caso, yo, reculo por miedo ya que he visto lo que mi mente es capaz de hacer, el poder que llega a tener, la capacidad para hacerme sufrir, que he desarrollado con los años.


¿Cómo escapar a mi fantasma?


En la segunda parte de Expediente Warren, acerca del caso Enfield, el demonio que había infestado la casa solo desparece una vez que se dirigen a él por su propio nombre. En la vida real, creo que funciona de forma parecida, con la salvedad de que no hace falta nombrarlos. La sombra que les rodea impide, tan siquiera, el acto de oírnos, se pierde en el manto negro que los envuelve. La luz. Como si de una película de terror se tratase, mi estrategia es volver una y otra vez a la realidad. En ella, ya nada de lo que me hizo sufrir en ese momento, existe. Ya no existe esa persona en mi vida, me va bien, me gusta lo que hago, estoy reconocido en mi trabajo, me llevo muy bien con mi pareja y teniendo en cuenta el pozo de mierda mental del que salí, me ha ido muy bien en esta vida. Porque soy consciente, realista, acerca de esto: podría ser mucho peor, pero también podría irme mejor. En cualquier caso, es lo que me ha tocado vivir y yo no tengo culpa de esto.


Ya no.





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