¿POR QUÉ LUCHAMOS?



¿POR QUÉ LUCHAMOS?




Que por qué luchamos. Esa es una buena pregunta, mas que buena yo diria que es muy personal y de ahí que sea buena. Cada uno tiene una razón para responder esta pregunta. En mi caso, yo me levanto todos los dias a las seis y media de la mañana para ir al mismo trabajo en el que he tenido de todo, aciertos, sinsabores, frustraciones, cabreos, etc, pero me gusta la gente (no todos) con la que trabajo. Sin embargo, no lo hago por la gloria (ninguna) ni el prestigio (escaso y yendo a peor) sino porque me permite quedarme en Manchester con Vera.  

Éste primer párrafo nos invita a pensar en qué nos mueve en realidad. Como dije antes, quizás cuando somos más jóvenes pensamos que nos queremos comer el mundo y podemos realizarnos a través del trabajo, valores que se nos han inculcado desde todos los ámbitos de la sociedad, incluso nuestros padres vienen de una generación donde esto era más una necesidad que una opción. Yo concuerdo con esta opinión, no hay nada mejor que realizarse pero quizá hoy en día, en nuestra sociedad simplista y carente de escrúpulos, el trabajo no es el mejor ni el más placentero trampolín debido entre otros factores a haber perdido el eslabón entre el ser humano y la sociedad, la satisfacción.
Al hablar de conseguir satisfacción a través de nuestros actos no puedo evitar pensar en la imagen de nosotros mismos. En realidad, está todo relacionado, pensamos, amamos, reímos, trabajamos y ejecutamos dependiendo de nuestra imagen interna. Yo hace tiempo imaginaba un mundo animal lleno de monos, un poco salvaje, millones de monos pretendiendo ser aún más inteligentes o con una idea abstracta e irreal de la felicidad. Esa ensoñación dio paso junto al desarrollo de mi idea acerca del funcionamiento de nuestro colectivo a otra completamente distinta. Aún así la palabra "luchar" me sigue produciendo pudor y ahora soy un guerrero sucio (del polvo del camino) y sudoroso (esforzado) pero como decía antes no más glorioso, perdido en caminos enlazantes con batallas baldías del día a día, pasando desapercibidas por esa misma razón, por ser cotidianas y por nuestra incapacidad por definición para vivir el momento. Tan sólo en avanzados estadíos de la tan famosa vida logramos entender esta verdad.

Sin embargo, ¿qué ocurriría si pudiéramos elegir las batallas?, si de repente fuéramos el mejor amigo de nosotros mismos y nos quisiésemos un poquito más. Suena bien y por ende, parece bueno para el espíritu, suena como ese sentimiento de un domingo por la tarde-noche cuando ya se nos encamina el cuerpo hacia su sudario de sueños y todo, literalmente todo está contenido en nuestro ideario de paz y armonía, incorregible porque lo sabemos cierto. Intuimos la presencia inequívoca de la conclusión, la epifanía del ahora y una frase se forma en nuestro cerebro, "todo va a salir bien". Igual todo sería mucho más fácil si entendiéramos, si identificaramos las batallas, si le pusiéramos nombre al campo donde se desarrollárá la lucha. Y habiendo definido la contienda se me antoja otra pregunta crucial, ¿para qué luchamos?.

¿Cuál es la finalidad?, ¿cuál es la motivación?. Parafraseando a mi ex-jefe Jorge Novo en el fondo el principal dividendo en esta ecuación es el poder y a continuación, el dinero asociado a éste. Todo forma parte de un entramado en torno a la idea de la preservación de la especie: a más dinero, más protección y más seguridad pueden proveerse y al parecer, esto atrae al sexo opuesto. El fin último es procrear. Yo lo enfoco más a la supervivencia (no sólo física) y la pirámide de Maslow: cubres tus necesidades y después rellenas huecos en la medida de lo posible. Este podría ser el esquema para una persona del primer mundo, desgraciadamente en el tercero, por estar abajo y no poder restar diferencias, el objetivo es sólo el primero.

Un amigo lleva ya bastante tiempo buscando trabajo en España y además arrastra una crisis familiar galopante, sumiéndole en una laguna de desesperación y rabia, difícilmente asumible por otros. Cuando hablo con él noto el hartazgo, el sentimiento enhebrado a la desesperación y me sume en el pensamiento empleado para dar título a esta entrada. Parte de sus quejas incluso me afectan y me colocan en la posición de plantearme por qué hago todos los días lo mismo. Lo más sencillo sería dejarlo todo e irme a masticar la desidia sentado a la mesa junto al ordenador y comenzar a escribir, plasmando el diálogo mental nutrido por la situación e incluso el enclave podría aderezarse con la errónea deducción de la necesidad espiritual y social de ocupar mi lugar en la cadena y aprender a hacer bien mi trabajo de forma eficaz. Esto es un error en si mismo, no tenemos la obligación de demostrar nada a nadie. Este último argumento nos deja a las puertas de la verdad desnuda: mi amigo no necesita demostrar nada a nadie y no se merece la retahila de desgracias confluentes sobre él. Es tan injusto como cierto.

Teniendo en cuenta las perspectivas de esperanza de vida y el pequeño detalle acerca de nuestra dimensión real en el universo, la importancia de esta pregunta se me antoja inabarcable. Por eso y por cuestiones internas, el estar ensimismado y la capacidad de decidir por uno mismo, reconsidero la posibilidad de aferrarme al momento, el único instante real de vida y cambio la conjugación del luchar por la de "vivir".

Y ahora unas virutas de eternidad:
https://www.youtube.com/watch?v=aUvDTJektcA


FIN

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