LO BUENO Y LO MALO



LO BUENO Y LO MALO


Por dónde empezar. Cuando me imaginé este post, la primera idea que vendría a mi cabeza era la falta de originalidad. Todos nos hemos quejado en alguna ocasión. No obstante, en el retiro me di cuenta de la novedad: lo había visualizado en un lugar feliz. Aún así, la muerte de Juan Goytisolo (4 de Junio de 2017) se coló dentro de la sesión de cierre, en la que teníamos que dar algo a los demás, de tu propio ideario, como en la ocasión previa cuando recité "Autorretrato" de Antonio Machado a una mezcla fineso-británica. Caló hondo.

Aunque sé algo de la obra de Machado, no voy a fardar de conocer a muchos autores (porque no es así) ni de tener una comprensión profunda de lo que es escribir (en ello estoy) pero este hombre (Goytisolo) tenía un hermano, que se introdujo en el conjunto de versos grabados a fuego en mi memoria, en forma de banda sonora de momentos de mi vida, con una intensidad más allá del simple recordatorio. Su nombre era José Agustín. Dedicó a su hija "Palabras para Julia" que artistas como Paco Ibáñez, Rosa León, Los suaves  o Veneno convirtieron en canción. Según la información que he encontrado, este poema se lee como un homenaje a la madre del artista, muerta en un bombardeo nacional sobre Barcelona en 1938. En sus versos encontramos un nexo de unión entre el pasado (la muerte de Julia Gay) y el futuro (Julia Goytisolo). El autor murió en 1999, tras caer de una ventana en la ciudad mencionada arriba, sin esclarecerse la razón real de su muerte (accidente o suicidio). Por esta causa, no estaba convencido de que fuera adecuado para aquella velada. Es triste y no pensaba que aquella fuera una sesión melancólica pero Vera me convenció de lo contrario pues como lo catalogué, es "un canto a la esperanza". Esto ocurrió el mismo día en que me rendí y perdí a Vera. El camino alrededor de la viña, bañado en el sudor del sol de Marche mientras la buscaba en vano, me pareció el más solitario que he recorrido. Al final, volví a encontrarla. Como siempre. La sensación que quedó tras aquel día fue la de haber presenciado la cara amarga del ser humano pero aprendí, mucho, con lo que de un mal sabor de boca, gané un pedazo más de vida.

Como si Goytisolo y la fatalidad del poema me siguieran recibí malas noticias, ya de vuelta en casa. Invoqué, por tanto, la forma que tengo de crecer: los viajes. Incluso con un cansancio de los que se te pega a los huesos como si de un carroñero se tratase, me fui. Volé. Cambiaba de traje por unos momentos porque, en determinados ambientes y según en qué ciudades, me transformo. Sin duda alguna, encontré los lugares comunes, en los que gasté el tiempo que atesoramos. Vi las caras conocidas, las amadas y descubrí la familiar desazón de la boca de quien menos la esperaba. Es terrible. El sufrimiento debería estar prohibido. Nos aísla. No hay nada más íntimo. Es ese gusano que notamos ahí dentro, devorándonos poco a poco. Lo miras y sigue su camino. No le importa. Siempre estará en tí, tejiendo. Lo mejor que te puede pasar es que un día, por acumulación, no le recuerdes. Y los mismos que me lo inyectaron, son lo que acabarían con mi aislamiento en aquella convención de caras sin nombre, en la que alguien dejó la silla a mi lado sin ocupar. Faltabas. La persona que buscaba sin éxito por aquel viñedo de Marche. Con Vera en la sala no siento el vacío. Como dice José Agustín, al pensar en ella, lo hago también en los demás. Mis dos amigos, la mujer de la boca y el hombre de los lugares comunes, tuvieron una buena velada. Lo que perseguíamos a fin de cuentas. Después me dejaron en aquella glorieta donde la gente pierde la calma con los goles de la selección.

Desde la rotonda de las celebraciones, encaré Genova y volví, casi por última vez, a uno de esos pastos en los que solía forrajear. Delante de mí estaban aquellos que iban al encuentro del vino. Nos paramos, ambos grupos, para presenciar una ginkana en plena calle y después seguimos nuestro curso. Lo que vino después son horas que pertenecen a otro relato. Bebimos, reímos, compartimos, criticamos, conocimos, hablamos de casa, opinamos y nos separamos, todo mientras la lámpara cambiaba de altura y nadie quería comer cebiche. Salimos. Era tarde. Los taxis pasaban como aves de rapiña. Preferí andar pero mi vista ya no es lo que era, por eso lo que recuerdo es la penumbra de las zonas donde no alumbran las luces de ciudad, avenidas, cruces y calles en las que no cabe ni el azulejo con su nombre. Nada importaba. Desfilaba por penúltima vez. El monstruo del echar de menos, se moría a paso lento. Es lo que recuerdo del paseo.




La visita al sitio donde unos son desdichados, yo fui feliz y otros van camino de serlo se acababa. En Alonso Martínez se siguen cruzando las lineas, por Hortaleza llegas a Gran Via y atravesando la plaza Mayor y La Latina estás en la casa de la química. Donde vivo me esperaba la pesadilla de los que me quieren. Ellos la sepultan bajo toneladas de aceptación o indiferencia, quién sabe. Ojalá pudiera hablar más claro. De esa forma, este post tendría sentido y con él esa puñetera sensación de hastío se concretaría. Como ya dije en publicaciones de este blog, ojalá pudiera regalarte esperanza porque es exactamente lo que no tienes. Yo mismo no hago acopio de ella. De igual forma que el poeta del principio expone, "un hombre solo, una mujer, tomados así de uno en uno, son como polvo en el camino, no son nada" también "tu dignidad es la de todos nosotros". Como dije al comienzo, esta vida lo tiene todo, lo bueno y lo malo.


"PALABRAS PARA JULIA"

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.
Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.
Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.
Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.
Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.
Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.
Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.
Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.
Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.
La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.
Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.
Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.
Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
           
José Agustín Goytisolo. 1979



Comentarios

Entradas populares