LA MUERTE INMINENTE DEL ESPIRITU LIBRE
LA MUERTE INMINENTE DEL ESPIRITU LIBRE
Se acabó. La vida que teníamos, repleta de libros, sonidos, películas, juegos, copas y tapas de caracoles ha muerto. No lo digo yo. Así hablan mis amigos y siendo honesto yo también.
En los últimos tiempos, Madrid ha dejado de ser mi ciudad con el apagado, que tomó años en producirse, de las luces de La latina, el Penta y las cervezas de la plaza del 2 de Mayo. Hoy tenemos unas pocas más de canas y los camareros de los bares nos llaman señores. Incluso los amigos se fueron diluyendo en el alcohol de las salidas por Malasaña o el peregrinar por los bares de Huertas, con la sensación de que lo bueno ya pasó.
En Manchester, la remesa de trabajo sin fin ocupa mañana, tarde y noche mientras el sueño es un sustitutivo del descanso que da apenas para acabar las maratonianas jornadas en el laboratorio. Al acabar, las labores del hogar, la escritura, la lectura y los cafés debajo de los arcos del tren, al ritmo que tus músculos dictan, dan buena cuenta de aquello en lo que la vida se ha convertido, con la sensación de que lo bueno está llegando.
Entre tanto, Sevilla se enrolla alrededor del cuidado y los botes de un niño encima de un colchón. Una fila de dientes diminutos te persiguen para darte bocados en el culo, pasado por agua de la piscina donde transcurren las tardes de los pocos días en los que el jefe te deja descansar o en la playa, sorteando las olas de espaldas y enterrando tesoros que se lleva la marea, con la sensación de que lo mejor, llegará.
La vida no es lo que nos habían contado. El interior, que devora información del exterior en una búsqueda de la felicidad que nos elude como el pez de un estanque evita la línea recta, se cansa de tantas historias sin sentido, organizadas por temporadas. Ni siquiera las voces de la radio o las letras de libros duran para siempre y lo peor es que de forma obtusa, nuestro cerebro hace efecto túnel, impidiéndonos ver lo que hay a los lados. Millones (literalmente) de cosas para hacer se quedan en el orfanato del olvido por falta de tiempo. Parece que esta vez nos tocó perder y tendremos que esperar a otra vida.
Pero sí, hay solución. Se llama Arturear. Consiste en elaborar un plan para llevar a cabo un proyecto y cuando lo termines, comenzar otro y así de forma ininterrumpida, sacando desde el interior, mostrándonos como somos por dentro. Habrá quien diga que eso es una huida hacia delante, que es lo mismo que el resto pero no lo es. Si uno bucea en los abismos propios, tan solo corre el peligro de iluminar lo desconocido, de la misma forma que surgió el Titanic y de paso comprobar que la vida no es lo que nos contaron.
Y nuestros momentos musicales:
https://youtu.be/ffgXBZf1l_E
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