POESIA DEL VACIO
POESÍA DEL VACÍO
Mi profesor de termodinámica, D. Francisco Sánchez Burgos, me enseñó durante mi segundo año de facultad, el concepto de la entropía, porque solo es eso, una idea.
Lo que ocurre con los conceptos, como su propio nombre indica, es que son captados, atrapados, en una palabra, pero nos hablan acerca de algo que tiene transferencia real a nuestro entorno. En concreto, la entropía se relaciona con los grados de libertad de un sistema, es decir, nos habla de cuan restringido se comporta el objeto de estudio, en una palabra, el desorden. Por eso, para que la energía libre de activación de un proceso sea negativa (esté favorecido energéticamente), ella tiene que ser positiva, a razón de la siguiente ecuación:
ΔG = ΔH - TΔS
Donde ΔG Donde tiene que ser menor que cero para que la reacción se de.
Algunas veces estudias química y no te das cuenta de que, en realidad, estudias la vida: cómo ocurre, por qué ocurre. La entropia es un buen ejemplo. Si los sistemas evolucionan hacia una entropía positiva y, por tanto, hacia un desorden cada vez mayor, lo que este constructo mental (ecuación) nos está diciendo es que el universo se mueve, sin variar su rumbo, hacia el desorden absoluto. Por esto, merece la pena estudiar termodinámica. No para memorizar operaciones y magnitudes, cuyo significado se olvidará, convenientemente, algún tiempo después; es por entender cómo funciona este amasijo de átomos con forma caprichosa, que llamamos universo, Muy al contrario de lo que solemos pensar, la ciencia no es un hecho aislado de la naturaleza espiritual del hombre, sino otra forma de religión, otro esquema de pensamiento.
La entropía vino a mi cabeza, aquel día que un compañero de meditación, nos mostró su hartazgo, justificado, acerca del constante uso de la terminología, metódica y orientada a crear otro universo, no menos grande que la ciencia, en si misma. Se quejaba del hecho de llevar ya treinta años, ejercitando los consejos y directrices de multitud de maestros, que nos dan las claves para alcanzar una espiritualidad sana, a base de amasar conceptos (sanga, zen, vacío, forma) y repetirlos hasta la saciedad. De hecho, creo que es la única forma en que los humanos sabemos transmitir nuestro conocimiento, pues la mente los recibe y asimila su naturaleza, dentro de una estructura coherente con la propia. Como se suele decir en el argot químico, "lo semejante disuelve a lo semejante".
En mi opinión, tiene razón. Cualquier estrategia para sentirnos mejor, como dijo, tiene que empezar por lidiar con los problemas del día a día, es más, estar más enfocada en sentir, a través de nuestro cuerpo, que en alimentar la mente pensante. Ahora bien, una vez desconectado de la llamada (no se me da bien pensar frente a otros) y reflexionando sobre sus palabras, llegué a otra conclusión: todas las palabras, instrucciones, consejos, parábolas e historias, recibidos de los labios de nuestros maestros, van precisamente orientados a ese fin, a desordenar.
"Siéntate y no hagas nada". Rompe la frenética obsesión de nuestra mente por conseguir, por esforzarse en hacer, en dar estructura, en definitiva a algo. Por consiguiente, cuando no hacemos, en el fondo, deshacemos y aumenta la entropía global del universo.
"No pienses nada". La mente solo sabe elaborar pensamientos, a través de la elaboración de imágenes y conceptos, que no son mas que formas, estructuras. Por tanto, al no pensar, desordenamos de forma indirecta y aumentamos la entropía global del universo.
"No digas nada". Cuando hablamos, mostramos las ideas, pedacitos consecuentes de pensamiento, que nuestra mente libera y que sí, otra vez, están estructurados, son una forma. En consecuencia, si no hablamos (el silencio), desordenamos la existencia y por tanto, el universo.
Y por último, el que más me gusta. "Mantente sereno en la unidad de las cosas". Al hacerlo, no separamos. Separar es estructurar, distinguir, colocar, etiquetar. Todo esto lleva a disminuir la entropía y a razon de esto, los grados de libertad (el desorden) de nuestro sistema, el universo.
No es que nuestros maestros no sean capaces de transmitirnos sus enseñanzas, consejos y demás instrucciones (estructuras) sin recurrir a un solo concepto. A través de sus palabras, nos muestran, repetidos, todos los caminos que conducen al vacío, a desordenar la realidad, a eliminar las distintas limitaciones mentales que enclaustran un mundo que se nos hace, por momentos, irrespirable (falta de libertad), para hacernos partícipes de que no hay nada que exista por si solo, que somos un todo, sin distinción, conformando un vacío, por eliminación de la forma, al pasar al todo, al ser, donde está el puro desorden, la entropía infinita. Nos empujan a conocer a Dios que es la fuerza que lo une todo, la conexión eterna, el ser; hacen que nos movamos eróticamente hacia él.
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