EL DESENCANTO



EL DESENCANTO





     Es como esa sensación en el estómago, el negativo del entusiasmo, aunque tu no quieras él viene sin anunciarse, es como aquel amigo que no es amigo pero pulula a tu alrededor. Lo peor de todo es que en algún momento de tu vida te va a visitar, no te puedes librar de él y se te coge a las tripas, es como si un niño estuviera intentando jugar con tu estómago tirando de tu intestino y vas sintiendo que poco a poco la energía te va abandonando, vas sintiendo la pena de ver que tu vida no está en tus manos sino que es potestad de otro. Si tu pudieras no te decepcionarías a ti mismo, a estas alturas y después de haber sufrido lo que ya has pasado, no estas en condiciones de hacer ese tipo de concesiones; simplemente no lo aceptarías y ya está pero esto no lo viste venir.

     De vez en cuando, por mucho que te esfuerces, simplemente no ocurre y aquello que fuese lo que más apreciabas se te escapa de las manos, es lo que llaman "sueños rotos". La vida de casi todas las personas está lleno de eso, de ilusiones que teníamos y ya no forman parte de nuestra vida, porque desaparecieron por si solas o porque las desterramos.

     No puedo evitar recordar gente que conozco que ha estado en ese lugar, parado en el paroxismo, atado con un clavo a la pena y sin poder liberarse. Aún hoy sigo oyendo hablar de ellos pero esta gente, en otro momento de su vida, no era así, eran muchos más despreocupados; yo me inventaba versos para ellos y ellos se dedicaban a resplandecer. Ahora están anclados en el deber. Si yo pudiera, cantaría los versos que incitan vientos de cambio, movería los cimientos de la soledad, rellenaría el silencio que rodea al cansancio y la desazón, sacaría a la gente empotrada en su cabeza y los devolvería a este río interminable que es vivir. Qué pena que yo mismo sea de un material tan maleable como el barro, que no me acuerde de las batallas que gané en otras vidas, que haya perdido momentáneamente el hilo de la simpleza y no me reconozca en lo que hago. Si yo pudiera entender quién soy, el espacio en el que vivo, el sentido, el mapa de los sentimientos que se despliega cada mañana delante de mí, quizá podría entender la validez de nuestra fuerza, de nuestra alma y entonces te diría que no es preciso resistir, rendirse ante el curso natural de los acontecimientos es lo que toca, perderse en el río del que hablé antes porque es la consecuencia natural de nuestros actos, al final somos engullidos.

     No quiero que alguien crea que este es un texto triste, ni muchisimo menos, es un canto a la alegría, una forma de abogar por la naturaleza interior de las cosas, por el "ser" antes que el "parecer", por el "reconocer" y entender que nuestra vida no es aquello que nos dijeron y que siempre hay una solución para todo (excepto para palmarla como dice mi madre).

     FIN      

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