EL MAL DE NUESTRO TIEMPO



EL MAL DE NUESTRO TIEMPO





     Hace poco hablaba con un amigo por telefono, acerca de la desesperación, de las ganas de escapar de nuestra vida, que es mucho más común de lo que creemos y en efecto el único posesivo que puede utilizarse en esta frase sin perder el sentido es "nuestra". Es un mal común, nos ocurre a todos en algún momento y no únicamente en los malos momentos, también en los "buenos" (o lo que es "nuestra" percepción de lo "bueno") porque todo parece, cortado por el rasero de los valores de esta sociedad, como insuficiente; nunca estamos tan cerca de alcanzar nuestro sueño como el día que ya pasó y, sin embargo, estamos tan vacíos como siempre.

     Este amigo tiene razones para estar deprimido o falto de moral, ni siquiera aunque todos los amigos se pusieran en fila para intentar consolarlo acabaría por escapar de su animal interior, el que nos gobierna en tiempos de crisis.Yo le comprendo, si estuviera en su misma situación seguramente me plantearía las mismas cosas que él hace, incluso me atrevería a añadir que todos nos plantearíamos lo mismo pero....... por qué hemos llegado a esta conclusión y digo"hemos" porque en realidad esto es un mal común en este momento, me atrevería a decir incluso algo más, me atrevería a ir aún más allá en la generalización, diría que más que "un" es "el" mal común. Así que hemos pasao de un mal aislado al estandarizado, sólo así se puede entender esta mancomunidad de dolor.

     El problema es el pensamiento único, tan utilizado en esta época (y en otras tantas) como manera de interactuar en esta sociedad de una forma, digamos, estándar. Esa puta vara de medir que le está haciendo la vida imposible a mi amigo (y a su animal interior) hasta el punto de hacerle fracasar (si es que eso existe) antes de intentar nada. Esa puta vara de medir es un canón del exito (si es que eso existe) como individuo a los ojos de los demás porque los demás están tan perdidos que colocan su "estándar" fuera de ellos, somos tan educados que situamos nuestros valores y nuestra capacidad para apreciarnos en manos de otros y claro...los otros no saben qué hacer con ese canón. Como no sabemos qué hacer con ese canón nos inventamos las normas, que no tienen (a lo mejor) nada que ver con nadie pero si mucho que ver con todos (como especie). Lo peor de todo es el miedo, cuando nos dan algo que no entendemos o no tiene nada que ver con nosotros lo desestimamos y pasamos a otra cosa, ese algo deja de tener existencia "real" para nosotros porque no sirve a ninguno de nuestros propositos; sin embargo, los descartes también tienen vida, aunque marginal desde el punto de vista de alguno, las ideas que no calan en esta sociedad, no acaban desapareciendo, por mucho que intenten convencernos de que las modas cuando pasan mueren y ya no tienen más vigencia, las modas o los "momentos" de esta sociedad corresponden, en si mismos, a pensamientos inabarcables en el tiempo, son los sueños recurrentes de épocas pasadas en nuestras cabezas. Esas ideas, pequeñas o grandes, están inspiradas por el yo más interno de alguien y como valor supremo tienen el de no estar clasificadas de ninguna de las maneras, no corresponden a nada, no son la solución a nada, no son nada de nadie porque son completamente nuestras.

     Mi amigo está lleno de esas ideas únicas e internas y desgraciadamente como al resto de la humanidad, le han convencido de que de su genio (creativo, comprensivo, imaginario, etc) no puede vivir. Es en esencia malo, es un mal verbo en una sopa de letras llena de palabras prefabricadas. Lo que no comprende él y por extensión todos nosotros es que a pesar de querer ponerle nombre a todo y a todos, todo lo que nos rodea no lo tiene, no existen caminos preferenciales en el infinito, no hay una discontinuidad en esta existencia, es decir, la situación que nos ha tocado vivir es la que es y en el momento que es. Mañana, a parte de otro día, podría ser el comienzo de otro "momento", la suerte que le es esquiva podría volverse a su favor y volverle un "triunfador", podría volver a recuperar el tacto. En cualquier caso, nada dura para siempre y en algún momento, su tan demandado papel en esta sociedad volverá a requerir su presencia, dejando bien claro que la única persona capaz de llenar el vacío que él deja es, en efecto, él mismo.

     También podría ocurrir que un día mi amigo se dé cuenta de algo en lo que no había reparado antes, como por ejemplo, comprender que la voz interna es sólo eso, una voz y si le pones una mano encima de la boca, no puede hablar. Las musas de esta voz, mujeres tan rutilantes como esta sociedad demanda, podrían, de repente, por puro acto de conciencia marchitar y dar paso a un camino interior, uno que una la consciencia, la presencia de nuestro yo más interno con el exterior, no para aspirar bocanadas de aires de contenidos inconexos sino para insuflar y recibir amor, tan sencillo y tan directo. Las mujeres demandantes y de espacios compartimentados, tarde o temprano, como todo en esta vida van a morir y no quedara absolutamente ningún rastro de ellas. Exactamente, lo mismo que le puede pasar a nuestras ideas si no las cuidamos.

FIN

  

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