LA ULTIMA FRONTERA







LA ÚLTIMA FRONTERA







     Hoy he ido al psicólogo, en un enésimo intento por intentar entender qué es lo que pasa por dentro. Es una constante. Vivo más pegado al cielo que con los pies en el suelo y claro, eso tiene sus ventajas y sus inconvenientes.


     La limitación principal es que no entiendo, en muchas ocasiones, lo que ocurre a mi alrededor. No capto el sutil encanto del sobreentendido ni tampoco estoy muy presente a las miradas furtivas (una pena, me han dicho que tienen su aquel). En muchas ocasiones, pues me siento como un extraterrestre, no mal, pero sí como si mi inteligencia estuviera enfocada en otra dirección. En cualquier caso, este asunto no tiene una solución fácil, sólo vivir para intentar comprender la mente de los otros seres humanos.



     La cuestión fundamental es que cuando estuvimos hablando (el psicólogo y yo), me fue conduciendo, poco a poco, en la dirección que yo, antes, consideraba peligrosa. La cuestión del ser, más concretamente, la de ser lo que uno es y sólo eso. En algunas fases de mi vida he estado tan perdido y tan necesitado de aceptación que simplemente era lo que los demás querían ver. Esto no habla muy bien de mí pero, al menos, ahora estoy diciendo la verdad y, por otro lado, todos tenemos una parte que no enseñamos a nadie por temor a resultar incomprendidos. En cualquier caso, ¿de dónde viene ese temor?.



     Según lo discutido hoy entre Tim y yo, puede venir de muchos sitios: la familia, los amigos, la sociedad, los medios de comunicación, la religión propia (o incluso la ajena, peor todavía). Y yo me pregunté después cual es el elemento común a todos ellos. En efecto, es exactamente lo que parece, detrás de ellos hay personas. Por supuesto, detrás de las personas lo que siguen son sus ideas, en concreto, su aplicación. Incluso yendo aún más allá diría que por detrás de su aplicación hay otro postrero eslabón, el que lo complica todo, la aniquilación. Las opiniones, en esta sociedad nuestra, sufren el mismo proceso que la materia y la antimateria en el universo, es decir, se destruyen la unas a las otras. De hecho, ahí está una de las verdades más dolorosas, más difíciles de digerir por el ser humano: seguimos exactamente la misma pauta que el resto de las leyes universales, por tanto, no somos un elemento arbitrario ni externo al principio que lo rige todo. No somos mejores que los animales, somos una parte más de este teatro cósmico, con la salvedad de buscar siempre la separación con respecto al reino animal.


     Cuando era más joven y enlazando con lo dicho en el párrafo anterior, creía que el mundo era cartesiano, que se regía por unas leyes inamovibles, por una serie de hechos contrastados que venían a derivar en una misma y única realidad: éramos la próxima generación y el mundo del futuro sería nuestro (conforme estoy escribiendo estas líneas, me doy cuenta de que he pasado del ¿ensayo? a la ciencia-ficción). Mi misión en esta vida era la de acaparar y amasar a base de prestigio, tiempo y dinero el respeto de los demás. Esa era, en palabras del Capitán Picard, la última frontera. Ya sé que suena quijotesco pero, hablando sinceramente, la primera vez que oí hablar de respeto, autoestima y amor propio de una forma, en mi opinión, más cercana a la realidad fue cuando compré un libro de autoayuda (Tus zonas erróneas, por ende mi libro de cabecera) en la Casa del Libro.


      Hoy, mientras estaba comiendo, una de las mejores cosas que me van a pasar durante la semana ocurrió delante de mis ojos. Una compañera de trabajo me reconoció entre la gente sentada en el restaurante y se sentó a la mesa. Estuvimos hablando de su marido, de la crisis de ansiedad que él estaba sufriendo por el trabajo que tenía y cómo paulatinamente se está reincorporando a la vida laboral, en el mismo empleo. Ahora va unos 3 días a la semana a trabajar en el restaurante de un hotel y parece que se lo está tomando con más calma, lo cual es de agradecer, no sólo para él sino también para el resto de la familia. Esta compañera lleva trabajando toda su vida como empleada de limpieza o colaborando en hospitales, cuidando de gente mayor, etc. Además de esto, su padre era alcohólico y cuando bebía le daba por pegarle o gritarle a la esposa (la madre de mi compañera). No ha tenido una vida fácil. Ahora es una persona dada a escuchar, a hablar contigo y darte su opinión. Te da un abrazo a primera hora y te desea que tengas el mejor día posible. Esta también es una última frontera, una misión, algo a lo que aferrarse y por lo que también hace falta luchar mucho: llegar a ese estado mental, después de haber sufrido lo anterior y simplemente dedicarse a vivir. En cierta forma, su especialidad es la de relacionarse con la gente y a lo largo del tiempo, la ha ido perfeccionando.


     Como alguien me dijo una vez, en efecto, he cambiado. Me he dado cuenta de que este mundo es analógico y que, nos cuenten lo que nos cuenten, existía un mundo antes de la invención de la publicidad y, sobre todo, antes del miedo. Concretamente, un mundo real donde sólo somos un animal más.

       Dicho esto, quiero agradecer a Miguel, a Vera y a Marga el haberme recordado por qué escribo.



      

Comentarios

Entradas populares