EJERCICIO NO. 5 - ESCUELA DE ESCRITORES - TRES ESPACIOS DIFERENTES
ESCUELA DE ESCRITORES
EJERCICIO NO. 5
“COLEGIOS DE AGUA”
El colegio al que iba
cuando era chico estaba en cuesta. Era un bloque rectangular largo y de paredes
blancas. Fuera de la estructura blanquecina había cuatro cubículos de paredes
altas (para mi estatura y edad), rodeadas por tierra fina que al llover
impregnaba el ambiente e inundaba el olfato de los que jugaban al frio de la
intemperie. Escalábamos los claros muros de aquellas torres, asiéndonos a su
filo redondeado y una vez dentro, jugábamos con las piedras que recogíamos del
suelo y las cochinillas, negras, que al ponérnoslas en las palmas de las manos,
comenzaban a corretear con sus decenas de pies, haciéndonos cosquillas. Cuando
los insectos escapaban, por fin, de nuestras zarpas, asaltábamos nuestros
bocadillos y pastelitos (phoskitos, tigretones y panteras rosas), oliendo el
recreo a una mezcla de chorizo y chocolate. Todo esto acontecía con el runrún
de los coches de fondo, coches que atravesaban el pueblo mientras en el aire
podía ya olisquearse el pan recién hecho en la panadería de los bajos de la
torreta cercana. En media hora, saliendo de una puerta verde con jirones de
pintura y manchas de óxido, la profesora con sus gafas grandes y redondeadas
nos llamaba para entrar nuevamente.
“LO INTANGIBLE”
Los vaults de
Edimburgo, repletos de oscuridad y olor a humedad, conforman una serie de habitaciones a lo
largo de los diecinueve arcos del South Bridge. Desde la primera sala, la
ausencia de luz es total, salpicada la ceguera por los faroles colgantes que
apenas las iluminan. A partir de ahí, estancias cada vez más opacas se van
sucediendo y el olor a madera vieja junto al frio se van apoderando de los
sentidos. Las paredes laberínticas y rocosas se abrazan a cualquiera que se
apoye en ellas. Poco a poco, te sumes en una oscuridad donde el único vestigio
de humanidad es el sonido de las pisadas de los otros y te preguntas si no será
el señor Boots, uno de los fantasmas locales, el que te está siguiendo.
Entonces, llegas a la última sala donde el guía apaga las linternas y sientes
tu respiración agitarse. La de los demás se siente misteriosamente cerca.
Sientes la necesidad de echarte la mano a los bolsillos para ver si Jack, el
niño “eterno” de aquella galería, no te ha birlado nada. Las tinieblas pastosas
y pegadizas como brea, intensifican la tensión que sientes en el eco de los
lamentos de los que allí murieron.
“LA HABITACIÓN”
Aquella caja iba de vuelta a casa.
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