ESCUELA DE ESCRITORES - DESBLOQUEA TU ESCRITURA - EL CASO PROKOLOV
EL CASO PROKOLOV
"Boston. 14 de Octubre de 1973.
Comisaría de distrito no. 43. Son las diez y cincuenta y siete
minutos de la mañana. Se encuentra conmigo el inspector Lou Garret.
En este momento, yo, el teniente de dicha prefectura, Matt Stephens,
me dispongo a comenzar el interrogatorio del caso Prokolov. Inspector
Garret podría facilitar su descripción de los hechos acaecidos
ayer, 13 de Octubre, en el Hospital Psiquiátrico Saint Charles, por
favor", termina el teniente, ávido de saber cómo había
acabado su compañero con Sergei Prokolov, el asesino de los trece.
Lou respira profundamente y comienza:
Cuando por fin despierto, todo está
en silencio. Me duele el cuerpo como si me hubieran dado una paliza.
Desorientado, trato de incorporarme mientras siento el suelo, frío y
cuarteado, bajo mis manos y cuando me pongo en pie, abro los ojos.
Nada. Sólo oscuridad. Mi corazón se acelera y mi respiración se
vuelve rápida, siento mi pecho ir arriba y abajo mientras cierro los
ojos e intento concentrarme en cualquier sonido, algo que me saque de
este aislamiento. Me digo mi nombre completo y mi edad para
convencerme de no seguir soñando: "me llamo Lou Garret y tengo
treinta y siete años". Sí, soy así de viejo y todavía con
miedo a la oscuridad.
De repente, mientras me río de
mímismo, escucho una voz alta y clara. Es lejana y ronca como si
tuviera un transmisor vibrando dentro de mi cabeza. Me toco la oreja
y descubro un bulto con una cicatriz.La voz me da una simple
instrucción: "busca la linterna". Me quedo petrificado.
Una tenue brisa me rodea y siento un escalofrío. No quiero moverme
de aquí pero tampoco soporto esta oscuridad. Lentamente extiendo un
brazo en medio de la negrura. No toco nada. Lo desplazo hacia el
costado y descubro algo que parece un pilar. Sigo su forma con las
manos. Es un arco y estoy debajo de él. El viento vuelve a hacer
acto de presencia. Voy en su dirección. Escucho unas pisadas
diminutas y rápidas que se alejan de mí. Una rata. Exhalo un
suspiro. Venga Lou, tienes que mantener la concentración.
Vuelvo a palpar hacia mi derecha,
desde donde vino el aire, encuentro una superficie casi lisa tan sólo
salpicada por pequeños gránulos. Es una pared. La sigo y escucho
algo parecido al chirrido lejano de una puerta. Con la mano en el
muro siento como un fluido espeso se escurre por él. Me llevo un
dedo a la boca. Siento el sabor salado de aquel líquido. ¡Es
sangre!. Cuando intento seguir el reguero, tropiezo con algo y me
desplomo. Todo mi cuerpo se estremece por el dolor y exhalo un grito
sordo.
Hay algo ahí. En el suelo. Alargo el
brazo izquierdo y toco una punta. Está roma. Me arrastro por el
suelo, temblando, comienzo a tocar aquel objeto en un esfuerzo por
reconocerlo. Creo que es una silla. Entonces, un flash recorre mi
mente: recuerdo un golpe en el costado, fortísimo, al mismo tiempo
que escucho dos disparos. Me encojo en posición fetal. Son
demasiadas cosas: la sangre en la pared, la cicatriz de la oreja, la
tempestad ahí fuera. Alguien me ha puesto en este lugar a posta.
Estoy pensando en esto cuando oigo
una gota cayendo. Debo de estar cerca de un servicio. Me desenrollo e
incorporo al tiempo que empiezo a tentar a mi alrededor hacia la
izquierda y veo que hay otro tabique. Éste se acaba y le sigue otro
arco, otra puerta. El sonido está cada vez más cerca. Atravieso el
umbral con los brazos extendidos estilo Frankestein hasta el fondo de
la habitación, con el que choco. Hay un olor a óxido mezclado con
otro más desagradable. Comienzo a bajar las manos, palpando con
tacto torpe la superficie hasta llegar a algo metálico. Paso mis
manos sobre aquel objeto y adivino la forma de una caja. Al
introducirlas dentro, siento la forma de unas tenazas y me clavo los
dientes de una sierra, lo cual es peligroso porque visto el olor a
herrumbre seguramente estarán corroídas. Entonces la noto. La forma
alargada y terminada en cono. He encontrado la linterna. La gota deja
de sonar.
Al consumar el hallazgo siento como
la temperatura de la habitación se desploma y una voz dice
"sígueme". Tan solo me da tiempo de enfocar la espalda y
un brazo de lo que es una persona huyendo. Intento perseguirlo y
entonces suena un "gracias" a mi lado. Trato de iluminar en
esa dirección con idéntica suerte: otro ente lívido que se da la
vuelta y desaparece. No es el único. Otras voces dan sus
agradecimientos, unos en los laterales de la habitación, otros desde
una tubería rota. Decido salir del cuarto de baño con cautela,
moviendo la luz en todas direcciones. Ilumino hacia mi derecha. Estoy
en un pasillo blanco. Enfoco al suelo y encuentro la silla metálica
y algo...brillante. Dirijo el haz blanco hacia el resplandor y veo
una pistola. Me quedo estático. Yo la recuerdo. Su frío y pesado
tacto. Frunzo el ceño. Yo ya he estado aquí. Este sitio es...donde
me derribaron, ¡claro!. Busco en la pared y veo el rastro de sangre.
Seguro que me pegaron con la silla, caí de cabeza y una brecha se
abrió. Parece como la huella de alguien, arrastrándose por el muro.
¡Eso es!.
De repente oigo unas palmadas. Vienen
de más allá del fondo del corredor. Me acerco con precaución al
lugar y veo el arco que palpé a tientas. Al iluminar a través de
él, a mi derecha, veo a un hombre alto y corpulento, con barba
descuidada y cara larga con una nariz aguileña que le da, con esta
luz y con sus sombras, un aspecto aún más perverso. Es Sergei, el
asesino en serie que nunca pude atrapar. Al alumbrar en torno a él,
veo que le rodean trece maniquíes con ojos dibujados, como macabros
danzarines en las sombras. Dice "enhorabuena Lou, esta vez te
has superado". Vuelve a aplaudir mientras esbozo una sonrisa
forzada. Entonces toco mi cara y descubro que no tengo herida alguna.
Entiendo que estoy soñando.
Abro los ojos. Escucho una palmada.
Cojo la pistola y apunto. Le abro un tercer ojo a Sergei.
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